La sincera expresión de los mejores deseos destinada a quienes nos importan cada víspera de un año nuevo implica un guiño de la conciencia que permite omitir el cálculo de las reales posibilidades de que en los hechos se cumplan. Simplemente confiamos y lo deseamos -al o a los otros- de corazón. No ocurre lo mismo cuando a esa misma expectativa la referimos a nosotros mismos, o a nuestro grupo, empresa, colectividad o sector; ahí es cuando tomamos conciencia de que con el ‘ojalá’ no alcanza.
Hoy nos consta que, aunque mucho de lo que concierne a la agricultura depende de los vaivenes de Madre Naturaleza, `que sea lo que Dios quiera` no es una opción a elegir al planificar una campaña. También sabemos que en la suerte de un proceso agroproductivo, además de los ambientales, inciden otros factores que exceden el dominio estricto de los productores directos.
Bastaría con decir que, instalado como ahora en el país el fenómeno de la Niña, con la seca que ello acarrea, las cosas pintan más graves por el incremento agregado de las temperaturas medias, efecto en definitiva de conductas humanas que nos han llevado a este grado de intoxicación atmosférica con, entre otras, estas consecuencias. O con advertir cuánto afectan o benefician a la actividad las decisiones de las políticas públicas relativas a las condiciones económicas en las que al productor le tocará jugar; y en materia de planificación y expectativas, el trazado estratégico que cada país se propone para el desarrollo de su potencial productivo.
No quedarse en el ojalá implica análisis, debate y consensos hacia afuera y hacia adentro de la actividad. Y, especialmente hacia adentro, consensos basados en la generación y aplicación de conocimientos. Mejores variedades, modelos predictivos, atención crítica a las huellas hídrica y de carbono, ciclo de vida, enfoque ecosistémico del paisaje productivo, cultivos de servicio, agricultura de sitio específico, reposición de nutrientes, sustitución de insumos contaminantes, incorporación de tecnología digital, alternativas de eficiencia energética, en fin: aspectos que en mucho dependen de lo que la agroindustria como un todo se proponga encarar. Aspectos que, en definitiva, a esta revista le toca difundir y reflexionar.
Por lo que de nosotros dependa, aquí estaremos. Por lo demás, valga el deseo de que, al final, soltarle las riendas a la producción agroalimentaria y bioenergética en nuestro país se entienda como una efectiva manera de prosperar.
Ojalá.
Editor Responsable
Diciembre 2022