Revista Avance
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En la senda del Tafí

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“En la revista porteña ‘Caras y Caretas’ de octubre 1919 se relata una travesía para subir a Tafi del Valle. Antes de la salida del sol empieza el viaje. Los peones han trajinado desde varias horas antes, acomodando las petacas –cajas de cuero- sobre las mulas, antes de la chasna, es decir mil paquetes de cosas inútiles que llevan los viajeros… van por el medio del bosque hasta avistar Caspichango (…) Entonces se inicia el ascenso, es decir pasar el río que se atraviesa cuarenta y más veces, según venga crecido … los caballos de casco duro y fino y las mulas van trepando escalones (…) el río corre con una fuerza tremenda (…) pasan las horas, los árboles se van raleando, y a cierta altura ‘no quedan más que el airoso aliso y el sauco’ (…) luego de tres horas y medio de andar por la quebrada se llega por fin a Los Morteritos (…) y ya se distingue el río La Angostura, que trae las aguas del Valle, y al fin en la Ventanita, a cerca de 4000 metros, desde donde se contempla un imponente panorama”. Se hace un alto en La Ventanita. Luego de saborear el asado empieza el descenso. A la izquierda se deja El Mollar y “de golpe se encuentra la expedición en el valle”. Abundaban los lirios rojos y azules, los sauces y las quintas. Se marcha junto a las largas pircas –cercos de piedra-, puro esfuerzo indio y previsión guerrera, y al fin se está en la población”.El párrafo y la cita pertenecen al libro Historia del Municipio de Tafí del Valle, escrito por Estela S. Noli (coordinadora), Bárbara Manasse y Patricia Arenas, y pertenece a la ambiciosa colección Historia de los Municipios de Tucumán, siglos XIX y XX, que fue publicada en 2016 como aporte a los doscientos años de la Declaración de la Independencia.

Historia del Municipio de Tafí del Valle. Estela Noli, Bárbara Manasse y Patricia Arenas. Colección Historia de los Municipios de Tucumán. Publicado en 2016 – Tucumán

 

El tomo junto con los demás de la colección, integra los anaqueles de la Biblioteca Alfredo Guzmán de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres en la sede central de Las Talitas.

Destinada al gran público, aunque el libro abunda en datos muy útiles también para el investigador, la iniciativa fue concretada en 2016 por el gobierno de Tucumán a través del Ente Provincial de Bicentenario, y contó con el apoyo económico del Consejo Federal de Inversiones.

El tomo dedicado al valle de Tafí abarca desde el fondo de los tiempos en esa región –aportando datos y documentos sobre las culturas de los pueblos originarios-, hasta los tiempos actuales, atravesando aspectos de la vida productiva, social y cultural a través de artículos con temáticas como la expansión imperial cuzqueña, la primera mercantilización de tierras y recursos, las guerras civiles en los valles, los tafinistos y la zafra, las estancias del siglo XIX, los famosos quesos y la alternancia de los gobiernos radicales y peronistas y la dictadura, como así también aspectos inmateriales como la copla tafinista, los clubes de fútbol, la Fiesta Nacional del Queso y la creación de las instituciones de enseñanza secundaria.

En cuanto a lo específicamente productivo de la región en tiempos recientes, señala el libro que “los propietarios de las estancias en la década de 1970 incorporaron la producción de papa semilla, lo que vinculó la producción tafinista con la producción nacional, extendiendo la superficie dedicada a la siembra” (…) Es así como las estancias arriendan a terceros tierra para las actividades especialmente vinculadas a la agricultura.

Desde 1970 se experimenta en el Valle con el cultivo de papa y en 1976 Tafí es declarada, “zona productora de papa fiscalizada” por la Dirección Nacional de Fiscalización Agrícola, constituyéndose en la segunda zona semillera del país, de gran excelencia por la ausencia de virus y agentes vectores patógenos.

Las historiadoras ofrecen, también, un apartado titulado El turismo de estancias y el cambio productivo, en el que analiza el desarrollo, desde principios de la década del 2 mil, del “turismo rural”, definido como “un conjunto de actividades que se desarrollan en el entorno rural, excediendo el mero alojamiento, y que pueden constituirse para los habitantes del medio en una fuente de ingresos complementarios a los tradicionalmente dependientes del sector primario, convirtiéndose en un rubro productivo más de la empresa agropecuaria”.

Esa modalidad de turismo, impulsada a nivel nacional desde la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos (SAGPyA), llevó a que en el valle de Tafí ex estancias transformaran sus salas y edificios asociados en servicios de turismo rural.

Asimismo, en esa década, los grandes productores ingresan en el cultivo de la papa semilla, a la vez que incorporan a la agricultura zonas que se ocupaban en la ganadería tradicional de familias comuneras. Estos productores arriendan campos para incorporarse al circuito productor papero; a la vez se mejora la calidad de los quesos que se producen en las estancias a partir de la incorporación de ganado de raza, y para este ganado se siembran diversos tipos de forrajeras, modernizándose el manejo agropecuario con la mecanización de los tambos y el pastoreo intensivo rotativo.

 

No solo documentos históricos, periodísticos y fotográficos nutren a las investigadoras y autoras del libro sobre Tafí del Valle, sino también trabajos de campo y numerosas entrevistas a los habitantes de la montaña.

Entre los hitos que se repasan en la ancha historia reseñada, uno de ellos es la inauguración del camino entre el valle y la llanura: “El camino de los valles se abrió al tránsito el 16 de enero de 1943 y fue un día de gran alegría para toda la población de Tafí; peones, aparceros, comerciantes, estancieros y para los veraneantes. En las fotos que se conservan del día, se observa la población expectante de a caballo y de a pie, otras muestran un exultante gobernador Miguel Critto junto a veraneantes, que no ocultan cierto estado de gracia, señoras de elite agitaban pañuelos en una zamba. Critto, junto con la inauguración de la magnífica obra, mostró su formación como hombre de la década de 1940. Años en los que Isabel Aretz recorría valles registrando vidalas, y en los que Juan Alfonso Carrizo había compuesto sus cancioneros, después de un arduo trabajo de campo. Era una generación que pensaba que en el norte, y en Tucumán, la tradición cultural permanecía viva en los cerros y los valles”.

 

El genetista estonio

El trabajo con la papa que los investigadores de la entonces Estación Experimental Agrícola de Tucumán (EEAT)  impulsaron en Tafí del Valle, en la década del 70, se inscribía en una historia trazada años antes por un referente de la investigación papera en nuestro país: el ingeniero agrónomo  Eduardo V. Viirsoo, el “genetista estonio” que vino a la Argentina en 1949  contratado por la Universidad Nacional de Tucumán como investigador en solanáceas.

 

 

A través de los años, Viirsoo se sumó a la Estación Experimental y trazó líneas investigación que le valieron reconocimiento entre los especialistas, al punto de que hoy lleva su nombre la subestación de la EEAOC en Las Carreras, Tafí del Valle.

En el libro En el Mañana, Hoy, publicado en ocasión del centenario de la Estación Experimental, se lee que “a partir de 1960 se estudiaron las posibilidades de diferentes regiones tucumanas, como Raco, en el valle de Trancas, para la producción de papa semilla, además de la adaptación de cultivares para producir papa destinada al consumo en los mercados local y nacional. La EEAT desarrolló a través de su Subestación el programa de papa semilla en el área de Tafí del Valle, desde 1970, para superar la crisis generada por las enfermedades virósicas que estaban presentes en materiales oriundos del sudeste bonaerense. Fue la primera región en alta montaña de la Argentina aprobada como zona productora de simientes certificadas por las autoridades fitosanitarias nacionales. Más tarde se sumaron otras áreas del país. (…) El trabajo de la Subestación generó un impacto notable en la economía de Tafí del Valle. Se formó el primer banco de germoplasma con papas autóctonas del NOA para el mejoramiento genético. Las necesidades de los programas de experimentación activaron gestiones para ampliar la Subestación, en 1978. El desafío contó con un predio de 100 hectáreas que donó el empresario José Eduardo Frías Silva (…).La Estación hizo numerosos aportes tecnológicos: desde la densidad de siembra, pasando por la producción de semilla libre de virus a partir de meristemas saneados, hasta la fiscalización y control de semilleros, que permitieron consolidar un sistema productivo sostenible”.

 

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