Revista Avance
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¡A monitorear ¡A monitorear!

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La grave situación por la que atraviesa el cultivo del maíz en Argentina hoy a raíz de la emergencia sanitaria causada por el spiroplasma, responsable del achaparramiento de la planta, llevó a incluir un capítulo técnico especial sobre este tema en el III Congreso Internacional de Maíz realizado en Córdoba, durante los últimos días del pasado mes de agosto. Visto el severo impacto negativo de esta epifitia en la productividad de la reciente campaña y la incertidumbre generada en el entero sector maicero del país acerca de la perspectiva, Avance Agroindustrial  pone a disposición de sus lectores la palabra autorizada de quien se desempeñó durante el evento como coordinador de los equipos técnicos que deliberaron en la ocasión.

Dice el Dr. Roberto De Rossi
Fitopatólogo.  Coordinador técnico del III Congreso Internacional de Maíz

Durante este congreso tuvimos la oportunidad de reunirnos técnicos de distintas especialidades -tanto argentinos como de otros países- para analizar el tema del achaparramiento y la emergencia poblacional de la chicharrita en nuestro país. Y si bien frente a este tipo de problemas sigue siendo difícil despejar del todo la incertidumbre, nos encontramos ahora en mejores condiciones para enfrentar la próxima campaña.

Hemos padecido un impacto negativo muy fuerte en la región centro-norte del país, desde el centro norte de Córdoba hacia Santiago del Estero, Chaco, Tucumán y Salta. El impacto económico que han ocasionado la chicharrita y el achaparramiento consecuente ha sido muy fuerte. A este congreso invitamos a las Bolsas de comercio de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos para sumar información y realizar un balance general, y advertimos que las pérdidas oscilan entre un 20 y un 30% en el total del país, con lotes -como en el noroeste, por ejemplo- que han sufrido una pérdida del 100% de su producción.

 

La campaña que se inicia

El panorama es dispar, pero debemos pensar en positivo. Venimos de un invierno muy crudo, con temperaturas bajas, cosa que ha favorecido la disminución de las poblaciones de la chicharrita. Los registros de la Red Nacional de Trampeo, en la que participa la EEAOC, muestran un descenso significativo de esas poblaciones entre julio y septiembre. Se ha trabajado mucho, también, en el control del maíz guacho que, como se sabe, es hospedero del vector.
En la zona núcleo ya se está sembrando; hay lotes que están ya con dos o tres hojas. El riesgo ahí es bajo. En la región centro-norte de Córdoba, la falta de lluvias ha desalentado en parte la siembra, creando así un conveniente vacío sanitario; y es probable que con la llegada del agua salgamos a sembrar todos juntos, lo cual está bueno. El escalonamiento de la siembra hace que se mantenga en el campo el maíz en fase vegetativa, en la que la chicharrita se multiplica. Es lo que ocurrió durante la campaña pasada. Concentrar la siembra, por lo tanto, es una manera de atenuar su multiplicación.

Además de que venimos de un invierno con temperaturas muy bajas, tenemos por delante el pronóstico de un año Niña. Esto hace que las probabilidades de tener altas temperaturas con alta humedad –situación favorable para la reproducción de la chicharrita- sean bajas; es decir, ella no va a estar cómoda. Esto hace que la perspectiva a corto y mediano plazo sea muy interesante.  Hay que seguir viendo cómo se va a acomodar.

Genética

Una de las consultas frecuentes es qué pasa con la genética de los maíces ya sembrados, si “toleran o no toleran”. El problema hoy es que casi toda la genética de lo que hay en el mercado no es tolerante a esta enfermedad, factor que incrementa la incertidumbre.

Hemos venido acompañando el trabajo con muchos semilleros, para tener próximamente materiales de mejor comportamiento, pero no para esta campaña y muy probablemente tampoco para la próxima. Se trata de un proceso largo que necesita, por lo menos, tres o cuatro años de trabajo específico. Si se comienza de cero, hay que pensar en unos siete años hasta lograr un híbrido con el comportamiento que necesitamos. Hay algunas empresas que ya lo tienen más adelantado; eso podría mejorar la perspectiva de mediano plazo.

Control del vector

Respecto de los métodos de control se ha trabajado muchísimo. Si vemos cómo estábamos en la campaña pasada, con muy poca información y muy desatentos, esta campaña se va a largar con muchísima información y muy atentos. La diferencia es marcada. Primero, con todos los sistemas de monitoreo, el de trampas amarillas o las redes de INTA, más el sistema de monitoreo de condiciones ambientales.

El cultivo de maíz se monitoreaba muy poco en comparación con soja –que se examina una vez por semana o cada diez días-; en cambio, con el maíz esto venía haciéndose de manera más esporádica. Pasa que ingresar a una plantación para ver el cultivo de maíz es mucho más complicado.

Este año esto va a cambiar. Como decíamos, hay muchísima más información acerca de los productos disponibles, tanto químicos como biológicos, que pueden ser utilizados para disminuir la población de chicharritas. Pero no son herramientas para decir “me quedo tranquilo”, sino que van a sumar en un sistema de manejo de la problemática más integral, donde el monitoreo sigue siendo lo importante, tanto de la población del vector como de las condiciones climáticas relativas. Si las poblaciones comienzan a crecer, ya hay productos y protocolos como para obrar en consecuencia, si prestamos atención a las condiciones particulares de cada contexto. Los protocolos cambian muchísimo, dependiendo de los lugares y de la población. No es lo mismo tener una chicharrita cada cien plantas que tener cinco, siete o muchas más (como el año pasado). En este caso no hay producto que alcance.

Estamos en condiciones de asegurar que no es sustentable aplicar productos químicos muchas veces sobre un cultivo. Por otro lado, tampoco hay margen en Argentina para hacer la cantidad de aplicaciones que hace Brasil. ¿ Puede pensarse en un sistema productivo que incorpore algunas aplicaciones? Sí, pero no este sistema de Brasil, donde plantean -en algunas zonas  de alta población de chicharritas- una aplicación por semana a todo el lote, y otra casi cada tres días en los bordes. Eso sería inviable aquí, por sustentabilidad y por margen económico, pero también por cuestiones operativas: no tenemos maquinarias para hacer todo eso. Sí se pueden copiar algunas estrategias, como la de bajar la población inicial, qué insecticidas usar en las primeras aplicaciones y cuáles en las segundas y terceras. Y esto más la combinación con control biológico, que está dando buen resultado.

Sustitución del cultivo

Hay productores que han optado por sustituir el maíz con otras especies: con sorgo en menor medida -porque el mercado hasta ahora es chico- y en algunos casos con girasol, pero mayormente se ha elegido hacerlo con soja.

No es conveniente que esto se mantenga en el tiempo por razones de sustentabilidad. Sabemos que los suelos bien rotados siguen presentando mejores resultados que los que no son sometidos a ese proceso. Alteramos el equilibrio del sistema. Veníamos bastante bien en este aspecto; en las zonas centro norte del país, las rotaciones con soja y maíz de 50 y 50 han venido siendo algo normal, incluso más de maíz. Pasar a hacer soja puede llegar a generar otros problemas, como insectos que se multiplican en ella y pueden ser contraproducentes. Sabemos que para tener soja buena y estable en el tiempo necesitamos rotar con un cultivo como el maíz, que deja una cobertura fundamental para mantener la humedad. Esto tiene impactos que quizás no veamos de un año para otro, pero sí a largo plazo.

Consideraciones finales

La chicharrita, como nunca, nos ha hecho trabajar de manera interdisciplinaria e interinstitucional: fitopatólogos, ecofisiólogos, gente vinculada a la nutrición, semilleros y otras entidades, tratando de pensar en conjunto para ayudar a que los productores dispongan de las mejores herramientas. Creo que esto se ha dado antes muy pocas veces.

El impacto que ha tenido esta epifitia y la incertidumbre que ha creado han llevado a que, en general, la mayoría de los productores del sector, en general, haya reaccionado positivamente.

Al salir del invierno, en muchas zonas se hizo un monitoreo para averiguar si quedaba o no maíz guacho, que es refugio de chicharritas. Lógicamente, como en todo, hay productores que pueden hacer ese control y otros que no. Hay también otros para quienes el impacto ha sido tan grande que han abandonado el lote. Pero todo condujo a que haya muchísimas consultas y preguntas para ver cómo hacer bien el maíz, porque sabemos que haciéndolo bien, las probabilidades de lograr una buena cosecha son altas. Uno de los ejemplos fue la gran convocatoria que tuvo este último congreso, con más de seis mil inscriptos.

Hay una convergencia de necesidades. Las empresas semilleras de maíz trabajan muchísimos años para generar un híbrido. Esgo hace que cuando el híbrido sale al mercado es porque ha sido testeado frente a muchas y distintas situaciones. Es la semilla más cara que compra el productor: una bolsa promedia los 200 dólares.  Cuando el productor de maíz está haciendo una inversión tan grande, no quiere problemas. Así, mientras los semilleros ofrecen materiales muy bien testeados, se van incorporando otras tecnologías para garantizar los mejores resultados.

Estas garantías, como las de resistencia a insectos, más las dificultades prácticas del monitoreo del maíz, llevaron a que el maíz se considere un cultivo más “plástico” para el que, si hay agua, basta sembrar y fertilizar para la obtención de resultados satisfactorios.

Con esta emergencia eso ha cambiado. La situación causada por estas nuevas presiones como la del spiroplasma obliga a cambiar el chip. Hay que monitorear exhaustivamente, como se está haciendo ahora, aunque sea dificultoso hacerlo.

 

 

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