Revista Avance
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Vocación, formación y compromiso

La aventura emprendedora

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Gustavo Martos, co-creador de Sylvarum

El encendido

En 2020, en plena pandemia, el empresario tucumano Manuel Sobrino nos contactó con una idea que, aunque bastante loca desde el punto de vista técnico, era lograble. Él quería pasar de una empresa de producción a otra de base tecnológica: se inspiró en una tecnología por él vista que estimulaba las plantas cultivadas en hidroponía mediante pulsos eléctricos para acortar los tiempos de crecimiento. Nos pareció interesante y nos pusimos a investigar, dado que nadie tenía esa línea en desarrollo.

“Incorporamos al equipo a Guadalupe Murga para el manejo del hardware y el software necesario para producir los pulsos electromagnéticos, el núcleo instrumental del intento. Armamos los primeros prototipos de investigación en la facultad de ciencias exactas de la UNT y empezamos con las primeras pruebas, que llevaron un tiempo largo de ajustes. Pero necesitábamos financiamiento. Hicimos varios intentos ante fondos de inversión. Nos contestaron de Gridx y entramos al programa Ignite para capacitarnos”, señala Sobrino.

A continuación, el testimonio del emprendedor en primera persona:

Capacitación y experiencia

Fue valiosa para mí esa experiencia formativa del programa Ignite. Calificábamos porque incluíamos dentro del equipo tanto a la parte comercial como la de investigación y una idea con buenas perspectivas. Las incubadoras de startups buscan eso, la diferencia, el desarrollo de empresas con ideas disruptivas. Pero la tasa de éxito de estos proyectos es baja, con muchas posibilidades de no pegarla, de no llegar; y el que llega es exitoso si logra en principio cubrir la inversión que haya requerido apostar por propuestas innovadoras de este tipo. La idea importa, junto con  las credenciales básicas suficientes del equipo, pero como se trata de apuestas de riesgo, es necesario adquirir conocimientos específicos básicos para el manejo empresario.

En Ignite se trabaja en la interacción entre científicos y emprendedores. Son charlas y actividades programadas que permiten aprender a compatibilizar ambas miradas, entender la estructura básica que debe tener una empresa de este tipo, definir los roles de las personas que la componen, las actividades y las responsabilidades de cada miembro de un equipo.
Llegamos al final del programa, fuimos seleccionados, constituimos formalmente la empresa y accedimos al financiamiento.

Vocación y compromiso

La experiencia del programa Ignite fue valiosa para mí en otro sentido. Durante esas charlas pude ir viendo lo que significa estar comprometido en un emprendimiento empresarial. Una vorágine para la que hay que tener vocación y una firme predisposición para una dinámica vertiginosa entre desarrollos tecnológicos, comercialización y cuestiones de mercado. Es emocionante pero no es para todos y comprendí que tampoco lo era para mí. Me retiré de la empresa apenas terminamos de constituirla; pero sigo aportándole como asesor. Sylvarum es hoy una empresa exitosa.

Lo de la vocación y la predisposición cuentan mucho. Un dato sorprendente es que el 80 o 90% de los fracasos de estas empresas se debe al factor humano, a fallas del funcionamiento del equipo. Por eso es importante saber que se trata de un compromiso de dedicación excluyente, y sincerarse al respecto. Hoy entre los más jóvenes prevalece la búsqueda del salario emocional, que consiste en la búsqueda de posiciones de trabajo donde lo que más cuenta es cómo pasarla bien. Muchos van a encontrar eso en el sistema de las startups. Y está muy bien, si se compatibiliza con la formación adecuada y el desarrollo de las capacidades para hacerlo.

El saber y el hacer

Entrar al sistema de las startups -una tendencia cada vez más acentuada entre quienes como yo se han formado en las ciencias básicas- puede resultar, como dije, muy estimulante. Ese pasaje desde el laboratorio y la generación de conocimiento al terreno de su aplicación en campo es muy gratificante cuando lo que uno aporta impacta y cobra sentido.
El sistema científico es complejo, sacrificado y, en general, en lo que respecta a la formación profesional, desvinculado de una puesta en práctica. En las carreras académicas ha venido contando más el paper, la cantidad de publicaciones, que el desarrollo de capacidades para la aplicación del conocimiento. Hoy esa falta ha comenzado a ser atendida por parte del Conicet con la promoción del programa de financiamiento de Proyectos de Desarrollo Tecnológica (PDTs), coordinado por el Ministerio (hoy Secretaría) de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación. La evaluación de la calidad y el impacto de esos desarrollos comienza a pesar en la formación científica.

La evolución de la tecnología es hoy apasionante y muy vertiginosa. Hay que abrir la cabeza, adaptarse a las nuevas tendencias. Es importante y es, me parece, una línea que hay que profundizar.

 

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