Revista Avance
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El compromiso de la Agricultura

Señales en el camino

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Las alarmas ambientales que se activan desde hace tiempo han comenzado a ser escuchadas con más nitidez y precisión en muchas de las actividades humanas. La de la agricultura es una de ellas.

Ya estaríamos superando la fase de instalación entre los productores de la idea -y de la necesidad- de encarar la producción de manera sostenible, reparadora, amigable ambientalmente. Ya no hace falta insistir mucho más con los argumentos. Estaríamos en cambio, sí, atravesando una fase de transición hacia otro modelo de agricultura y agregación de valor, en el que cuentan cada vez más no ya los porqué sino los cómo y en el que comienzan a renovarse los términos de la relación entre oferta y demanda de soluciones tecnológicas.

Ese “maridaje” entre oferta y demanda de conocimiento aplicado que ha caracterizado al campo argentino no se ha consumado de un día para otro; supuso un proceso lento y dispar en los comienzos y fue afianzándose el vínculo en la medida en que resultaban efectivas las soluciones en términos de incremento de la productividad. La agricultura avanzó, se simplificó, y la demanda impulsó a la oferta. Pero la alarma sonó. Y algo ha cambiado en este universo. Ahora que resulta admisible plantearse la alternativa entre producir más o seguir produciendo, el rol de la oferta en la nueva dinámica podría estar también cambiando, promoviendo y orientando de nuevo la demanda.

Cabe entonces, en esa línea, plantearnos otras preguntas. ¿Estamos realmente en las puertas de la agricultura del conocimiento? ¿Hasta dónde es consciente de ello el productor de hoy, especialmente cuando en esta nueva mirada contaría no solo lo que haga cada uno en su predio sino el sistema agroecológico en el que está situado? ¿Cómo hacer mejor uso de la información disponible para la toma de decisiones? ¿Cuáles son las prácticas que debe incorporar o sustituir el productor y en qué casos? ¿Qué se necesita del lado de la oferta orgánica, institucional, política y económica para facilitar el establecimiento de consensos operativos entre los unos y los otros y actuar en consecuencia?

Por supuesto, preguntas hay y habrá otras muchas. Seguiremos recogiendo respuestas por el camino.

 

Producir Cuidadando

Opina Horacio Silva – Director de Marketing de ATANOR SCA , ALBAUGH

Es interesante ver que en los últimos años ha comenzado a crecer una mirada distinta en el sistema productivo agropecuario argentino. Esta tiene que ver con el medioambiente y la tecnología como herramienta, no solo para mejorar y hacer más eficiente la producción en sí, sino también para ayudar en todo lo que tenga que ver con el menor uso de determinados recursos, minimizar el impacto que pueden llegar a tener sobre el medioambiente tanto los fitosanitarios como los fertilizantes y demás insumos y avanzar en materia de buenas prácticas vinculadas con la sostenibilidad.

En ese aspecto es importante entender que Argentina está en un contexto económico que desde hace algunos años limita o restringe el acceso al crédito, cosa que incide en las decisiones de inversión y planificación entendidas como algo orgánico, organizado, en conexión con el ámbito público y las autoridades gubernamentales.

Hoy existen tecnologías como las modernas pulverizadoras, por citar un caso, que identifican malezas, y que en función de esto hacen aplicaciones reduciendo el uso de los fitosanitarios, equipos de fertilización o cosechadoras, con niveles de medición y evaluación de enorme cantidad de datos. Toda esa tecnología -lo que se llama “eFarming”, o sea la generación de información detallada y precisa a nivel de campo- llegó para dar soporte a la producción. Eso es algo que ha empezado a crecer.

Desde este punto de vista, sí  creo que se ha avanzado mucho, y el concepto “sostenibilidad” o “producción sostenible” ha empezado a hacerse carne y ser tomado como esencial  en los distintos ámbitos productivos argentinos. Es muy importante entender que no es una cosa que reemplaza a la otra, no es que el cuidado del ambiente reemplaza a la producción. Es producción manteniendo y conservando el ambiente. Esto es una regla para un país que tiene en la producción agropecuaria su principal fuente de ingresos. Desde este punto de vista, la sostenibilidad es una herramienta más para la producción.

 

Demanda sectorial y razones de mercado

 

Hasta aquí -es importante entenderlo- esta tendencia no es algo que resulte de políticas públicas, sino de decisiones privadas. El sector agropecuario de Argentina ha sido un adoptador muy dinámico de las tecnologías que tienen que ver con la mejora en la eficiencia. Ahora todas estas tecnologías empiezan a tener una mirada y una base desde el punto de vista del cuidado del medioambiente. Hay una conciencia creciente y es importante entenderlo como una nueva dinámica relacionada con las Buenas Prácticas Agrícolas. Está todo muy conectado.

Se percibe hoy un mayor avance y evolución en las economías regionales, especialmente en aquellas que tienen una producción orientada hacia la exportación, ya que el comprador final demanda ciertos parámetros y formas de manejo productivo, certificaciones precisas que obligan al productor y las empresas a adaptarse a esos requerimientos. Eso que está ocurriendo ahí, con los cultivos intensivos en las economías regionales –llámese la producción vitivinícola argentina, o la producción de cítricos en el norte argentino-, también comienza a incidir en lo que son los cultivos extensivos como maíz, soja, trigo, cebada, o girasol.

El cuidado ambiental, especialmente en lo que concierne al uso de fitosanitarios o del agua, es algo que además de lo productivo y lo comercial incide en la calidad de vida de los que viven en el campo o en áreas vecinas a los establecimientos productivos, los empleados de estas empresas, sus familias; en fin, hay una mayor conciencia de la importancia de estos cuidados. Por eso digo, si el agro comienza a adoptar este tipo de herramientas y prácticas, sería bueno que haya más apoyo por parte de las políticas públicas, más facilidades para este tipo de producción.

Garantías de continuidad

 

Esa mirada de sustentabilidad es un requerimiento, pero también es esencial para seguir produciendo y comercializando lo que producimos. Esos requerimientos empiezan a aparecer como externos, ahora son internos y tienen que ver básicamente con la seguridad alimentaria, pero también con la inocuidad certificada de lo que producimos y de la manera en que lo hacemos.

Es importante tomar en cuenta que los diversos sectores del agro estamos comenzando este camino con la mirada del medioambiente. Una visión que, hay que reconocer, nos encontró a los profesionales del agro sin la formación necesaria para sustentar y apoyar los cambios que venían siendo requeridos y necesarios a futuro. Es importante, porque es la tecnología, la innovación, lo que nos va a permitir superar estas problemáticas y desafíos.

Necesitamos trabajar con especialistas que nos permitan tener una mirada en ese aspecto, pero sin descuidar la producción. La producción es la base esencial, que no significa producir contaminando, sino hacerlo sustentablemente para seguir produciendo.

La comunicación necesaria

 

El sector agropecuario trabajó durante muchos años con una mirada hacia sí mismo, hacia la mejora en las prácticas agropecuarias y con un lenguaje que tenía que ver con tecnicismos, sistemas de producción y desarrollo de tecnología, pero siempre mirándonos entre nosotros. No se trabajó en la comunicación a la comunidad, los habitantes, las comunas, los pueblos, las ciudades donde hoy todos trabajamos. Es algo que también ha comenzado a cambiar.

Es importante, porque no solo hay que hacer las cosas bien sino también comunicarlas y explicarlas, a la sociedad en general y a las autoridades. Esta es una interacción pura, que hay que promover, y que el sector agropecuario, por diversos motivos, nunca la tomó como una necesidad. Ahora sí, está claro que es necesario comunicar efectivamente todo lo que tenga que ver con la sostenibilidad económica, social y productiva. Claramente la comunicación  es algo en lo que tenemos que trabajar. En ese sentido, con el avance enorme del uso de las redes sociales en los últimos años y otras herramientas digitales, el cambio de la comunicación ha sido radical. Este cambio tiene que ver con el surgimiento de una generación nueva, que toma decisiones. Hace 40 años uno hablaba a través de los folletos y las notas en algunas revistas. Hoy lo hacemos a través de las redes sociales. Eso significa otro lenguaje, otro “expertise”  para manejar esa comunicación e información, sin olvidar que en muchos casos necesitamos trabajar en colaboración con otras áreas, otras experiencias y miradas, y que la esencia es mantener e incrementar la producción, pero hacerlo siempre, no a partir de mañana sino desde hoy, de manera sostenible.

En el caso del agro argentino, las estrategias adaptativas están en manos de una nueva generación de productores y asesores altamente calificados para introducir cambios positivos. Esta generación lidera los cambios que ocurren en el manejo de tecnologías del conocimiento y en la agricultura digital. No trata solamente de maximizar rentabilidades y rendimientos, sino que se ocupa también de estabilizar el negocio agropecuario y atender las problemáticas ambientales y sociales vinculadas a la modernización del agro. La incorporación de protocolos de buena práctica agropecuaria (BPA) pasa a ser parte esencial del herramental tecnológico que requiere la agricultura moderna. Y esta generación está preparada mental y técnicamente para hacerlo. Es consciente del rol que juega el país como potencia agro-exportadora, y se forma y actualiza de modo permanente para cumplir esa función con creciente protagonismo.  (Ernesto Viglizzo, Sept. 2021)

Las reglas en juego

 

No es posible funcionalmente en el agro hacer cambios de 180 grados de un mes para el otro. La evolución de las prácticas agropecuarias requiere procesos de cambios culturales, inversión y adaptación de tecnología. Ninguna innovación importante adoptada por el campo argentino se inició y se terminó en un año. Lo que es siembra directa, por ejemplo, que significó un cambio disruptivo y muy conveniente, requirió varios años de implementación. Eso significa que para producir hay que planificar y aprender de las experiencias para corregir y ajustar.

Al mismo tiempo, hay que considerar que una pulverizadora con la máxima tecnología, con medidores y lectores de identificación de malezas que regulan la aplicación minimizando la cantidad de producto que se utiliza, con beneficio ambiental y eficiencia en materia de gasto, es realmente muy costosa. Un productor o contratista que decide comprar una herramienta de esas, que requerirá varios años hasta amortizar esa inversión, se enfrenta al problema de la inestabilidad económica argentina. Lo mismo ocurre con cosechadoras, tractores y tecnologías de automatización. Toda esa tecnología está inserta en una economía como la argentina, que desde hace muchos años tiene una inestabilidad importante y en la que, además, no hay un apoyo formal que facilite su implementación.

Las inversiones necesarias para sostener la producción son decisiones que generalmente van adoptando los productores y las industrias, bajo modelos de análisis y de presupuestación que permiten una planificación estimada; pero con la inestabilidad argentina, obviamente hay un riesgo que en otros países no existe. En un país con alta inflación se hace muy difícil planificar.

Ahora bien, no hay forma de producir, en cualquier lado del mundo, si no hay una planificación. No solamente para la inversión, sino para todo lo que son las actividades del período considerado, sea un año o cinco años. Es muy importante entonces ubicar las cosas en ese contexto y tomar en cuenta que hace  falta una mayor interacción entre el sector público y el privado del sector productivo para generar las normas y encarar el desarrollo de las actividades como debe ser, en forma eficiente, armónica y ordenada.

Un ejemplo claro (hay muchos) es el tema de los drones para aplicación. Hoy existen, y se usan en otros países, pero lamentablemente su aplicación acá está todavía en etapa de regulación. Está en un proceso de aprobación que ojalá transcurra lo más rápido posible. Es importante, porque la incorporación de este tipo de herramientas para aplicación también minimizaría el uso de fitosanitarios. Y lo digo desde el punto de vista de una empresa que los produce y los vende.  Pero es muy importante este tema de la eficiencia y por eso hay que tener las regulaciones adecuadas. Insisto: la coordinación y la colaboración entre el sector público y el privado es esencial, justamente, para el desarrollo tecnológico del país.

Más tecnología, más innovación, más  inversión y desarrollos en estas áreas del conocimiento es la forma en que vamos a tener una producción mucho más sostenible. Soy de los que creen que más que penalizar o multar, hace falta justamente trabajar en conjunto en esa interacción, en esa colaboración entre lo público y lo privado, con las instituciones y los científicos, justamente para buscar las herramientas para establecer un modelo de producción sostenible a futuro y, obviamente, en continua evolución.

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