Aclaremos de entrada que no hemos pretendido titular en quichua esta nota. Aunque suene parecido, se trata más bien de la reproducción fonética de tres palabras del diccionario tucumano básico: hay dónde, hay con qué y hay en qué seguir apostando a una nueva agricultura. Esa es la idea.
Permítasenos entonces la licencia de cerrar este volumen de 2021 con el mejor humor. Motivos en realidad no faltan. Podríamos sin duda encontrar -en el mundo en general y en Argentina en particular- muchos exactamente opuestos. Aquí preferiremos los primeros.
Ya ha demostrado la ciencia que es capaz de aportar soluciones efectivas ante lo que en otro momento hemos llamado emergencias de la biodiversidad. Nos está costando, pero gracias al desarrollo del conocimiento y a pesar de los desajustes propios de un mundo complejo, estamos librando con éxito nuestras batallas contra un virus que ha venido a complicarnos la existencia.
Mientras tanto, la actividad agroproductiva no se ha detenido. Y ante la perspectiva de un nuevo año, no queda sino enarbolar nuestras banderas de entusiasmo por lo que hemos visto y oído en estos largos meses de encuentros virtuales y experiencias directas que abonan, sin ingenuidades, un razonable optimismo acerca del futuro de la actividad.
Hay “ande”, porque tenemos territorio; hay “conque”, porque tanto el saber especializado como el que cultiva el propio productor han dado en estos dos últimos períodos un salto de calidad y profundidad significativos; y hay “enque”, porque todavía hay muchas cosas por hacer.
Saludemos la llegada de un nuevo año calendario, y con eso, la gradual afirmación de lo que se ha dado en llamar “la agricultura del conocimiento”.
Con la esperanza entonces de que, a través de acuerdos y trazados programáticos sensatos,ese optimismo se plasme en los consensos necesarios para que nuestras verdaderas posibilidades de desarrollo no se entorpezcan, solo queda anotar aquí la frase final.
Feliz año nuevo.
